Cómo afrontar la pérdida de un hijo
Siempre se ha dicho que perder un hijo es lo más duro y difícil que le puede pasar a una persona. Superarlo resulta muy complicado y será necesario el apoyo de toda la familia y sobre todo de la pareja para seguir adelante y volver a sonreír. Sin embargo, es una situación tan extrema que puede acabar con la propia relación de pareja si no se supera adecuadamente. En ocasiones, tener otro hijo ayudará a superarlo, aunque hay que saber cuándo es el momento adecuado para ello
Perder a un hijo
Juan Pedro Valencia, psicólogo, nos da las claves sobre la pérdida de un hijo: “Cualquier muerte nos afecta en mayor o menor medida. Cuando es de una persona cercana o de un familiar aumenta considerablemente ese impacto. En el caso de un hijo, el impacto es una de las emociones negativas más fuertes que se pueden experimentar. Esa experiencia será distinta para cada uno de los padres, que vivirá la situación con iguales reacciones pero con formas particulares de mostrarlas o reprimirlas. Además, no se trata de un proceso con un inicio y un fin determinado sino que más bien se trata de algo continuo que permanecerá durante mucho tiempo, a veces toda la vida, pero que se puede hacer más sencillo de llevar si se trata adecuadamente”.
Fases del duelo
Después de morir un hijo, se sufren diversas etapas y multitud de sentimientos encontrados se alternan. Los sentimientos más frecuentes son la ira, la sensación de culpabilidad, la enorme tristeza y la presencia de pensamientos irracionales que pueden hacer pensar que se están volviendo locos. La culpabilidad, por ejemplo, se manifiesta como una falta de haber podido hacer algo que hubiese impedido el hecho doloroso; la ira o enojo suele dirigirse hacia quien se piensa es el causante de la muerte, incluso hacia uno mismo o a Dios. Pueden aparecer sentimientos de soledad, de aislamiento personal y social que impidan una comunicación adecuada de ese sentir.
1. Shock o parálisis. Es la reacción o conmoción momentánea cuando se recibe la noticia de la muerte. Se manifiesta a través de diferentes sentimientos: apatía, embotamiento, hiperactividad. Esta reacción nos defiende del impacto sufrido.
2. Alivio o relajación. Sigue al funeral y es de corta duración. Dura tanto tiempo como permanezcan los familiares y amigos con los padres. Se caracteriza por expresiones de aceptación de la muerte, estado de ánimo alternante, entre tranquilo y llanto.
3. Resentimiento. Cuando los padres se quedan solos, llega el momento de la soledad, la inseguridad, la falta de autoestima, el sentimiento de culpabilidad… Se tiene miedo al futuro y hay una pérdida total de interés hacia el mundo exterior. Hay que comprender lo que está pasando, es bueno que la persona llore y se desahogue.
4. Recuerdo. Durará más o menos según la persona. Se recuerdan constantemente los hechos acaecidos antes de la muerte. Deseo de recapturar las emociones y experiencias felices con el fallecido.
5. Reparación. Es un esfuerzo deliberado por reiniciar la vida sin el hijo perdido. Aparecen ideas más positivas y racionales. Se cultivan nuevas aficiones, intereses y amigos.
Durante los primeros meses, el aspecto físico también se ve afectado, disminuyendo el tiempo de sueño, aumentando el cansancio, manifestándose pequeñas pérdidas de memoria y falta de concentración… Esta forma de sentir es absolutamente natural dentro del proceso de duelo, pero en el caso de permanecer con gran intensidad e interferir de forma significativa en la vida diaria debería ser consultada con un profesional que pueda ayudar a elaborar la situación y mostrarles la mejor forma de poder afrontar esa pérdida.
Tensiones y conflictos en la pareja
Es frecuente que la muerte de un hijo provoque tensiones en la pareja. De hecho, muchas parejas son incapaces de superarlo y acaban rompiendo a causa de esta pérdida.
Dificultades para aceptar que la pareja viva la pérdida a su manera. Cada persona es un mundo y exterioriza de una manera o de otra sus sentimientos. Un miembro de la pareja puede sentir, por ejemplo, que al otro no le importa la muerte lo suficiente (quizás porque no llora o porque no quiere hablar del fallecido). A veces, la necesidad de parecer fuerte, puede interpretarse por el otro como falta de interés.
Culpar a la pareja. Es frecuente que uno de los miembros de la pareja piense que el otro es de alguna manera responsable de la muerte. Esto se puede traducir en reproches continuos o en sentimientos de impaciencia e irritabilidad hacia el otro.
Falta de sincronización. Puede ocurrir que la pareja no viva al mismo tiempo los momentos de mayor dolor o las recaídas. Esto puede crear la sensación de que uno siempre está inmerso en el dolor, y puede contribuir a que se eviten el uno al otro en los momentos difíciles para no recaer en el sufrimiento.
Las relaciones sexuales. Puede ocurrir que las necesidades de uno incluso aumenten, mientras que las del otro disminuyan o desaparezcan. Esto puede ser fuente importante de conflictos. El hombre, en general, es capaz de separar el deseo sexual de su situación emotiva. La mujer puede sentirse incapaz de desear si está triste o enfadada.