Duelo: Pedir ayuda (Gracias por tu aporte Silvia)
A veces creemos que pedir ayuda es signo de debilidad. Se necesita mucha entereza para reconocer que la ayuda es indispensable para superar el dolor. Ese dolor es inevitable. el sentimiento de soledad y desamparo es compañero seguro en cada momento transcurrido. Pero llega un lìmite en que comienza a ser peligroso y debemos plantearnos la posibilidad de pedir ayuda. Y estar atento a nuestros seres queridos, a los que nos acompañan en el sentimiento de pèrdida y asì poder protegerlos tambièn de las reacciones no habituales.
Todos sentimos distinto. Nos expresamos de maneras diversas y tambièn las explosiones ante el dolor tienen matices diferentes.De acuerdo a mi propia experiencia, a lo que he ido leyendo, me parece que hay un momento justo donde debemos aprender a aceptar el auxilio. Como por ejemplo:- Cuando la culpa nos inhibe, por que seguimos respirando y nuestro ser querido no, lo que hicimos o dejamos de hacer en nuestra vida con èl y por èl: cuando nos preguntamos si le hemos expresado nuestro amor las veces necesario, cuando nos cuestionamos por que no evitamos el desenlace, como si realmente hubiera estado en nuestra decisiòn.
- Al principio, no tenemos deseos de vivir. Parecerìa que con èl se fue parte de nuestra vida, decimos prefiero estar muerto, poco interesa lo que sucede alrededor, a veces queremos sentir si sufrió en su partida, necesitamos reunirnos con él, pero esos pensamientos van cruzando el lìmite cuando perfilamos la posibilidad de acabar con nuestros días.
-El bloqueo afectivo, la sensación de estar atrapado, incapaz de sentir nada. Cuando ese “estar anestesiado” se prolonga en el tiempo.- Los síntomas físicos que pueden ir desde ese fuerte dolor en el pecho que no permite respirar a una pèrdida o aumento de peso, amenazas que ponen en peligro nuestra calidad de vida.
- La rabia, la ira, la bronca dedicada a la vida, a uno mismo por seguir vivo, a los amigos que poco a poco se alejan, incluso a nuestro ser querido por que sentimos que nos ha abandonado.- ¿Quién no dijo alguna vez “la vida se ha terminado para mi”? Esa sensación que perdura en el tiempo, y nos convence de que ya no tenemos vida ni motivos para vivirla.Ese dejar pasar las horas, los días, con la total inercia de no hacer nada, la desesperación potenciada y sin final.
- Nos sentimos incapaces para solucionar las tareas mínimas necesarias para conservar un trabajo, desde hacernos un café, cruzar la calle, levantarse, lo necesario para la vida cotidiana.- Darle el carácter de indispensable a un medicamento para poder dormir, o el alcohol como salida desesperada para amortiguar el dolor.Estos síntomas, como muchos otros, se deben medir como características pasajeras de un normal proceso de duelo, lo que debe preocuparnos es si persiste a través del tiempo, si nos imposibilita para seguir una nueva vida, distinta. En esos casos lo mejor es acudir a profesionales. A veces, la respuesta y la comprensión de un sacerdote, o pastor, de acuerdo a nuestras creencias religiosas, nos ayudan a aprender a curar el alma.-